El asesinato de dos guardias civiles en Barbate a manos de una banda de narcotraficantes ha puesto de manifiesto el poder de las mafias.
Tendemos a pensar que estas cosas son propias de países pobres, como Ecuador o El Salvador, pero la delincuencia prospera allí donde se dan los incentivos apropiados, con independencia del nivel de desarrollo.
¿Cómo se llega a una situación así?
Aunque parece un tema más propio de un pódcast de sucesos o de derecho, lo cierto es que desde que Gary Becker escribió su famoso artículo «Crimen y castigo, una aproximación económica», los economistas no han dejado de meter la cuchara en este potaje.
¿Qué tiene que ver la economía con la delincuencia? ¿Qué circunstancias han permitido que los narcos campen a sus anchas en la Costa de la Luz? A menudo se nos ha recordado estos días que el paro en algunas poblaciones de Cádiz ha llegado a ser del 50% y que por eso los jóvenes se dedican al mucho más lucrativo comercio de hachís, pero ¿no será al revés? ¿No será que, como el comercio de hachís es mucho más rentable, se apuntan al paro solo para ver si pillan alguna subvención? ¿Hay que seguir, entonces, el ejemplo de Bukele en El Salvador y ser inclemente en la aplicación de la ley?
El profesor del IESE Javier Díaz-Giménez y el corresponsal económico de EL LIBERAL / THE OBJECTIVE, Miguel Ors Villarejo, debaten sobre todo ello en esta nueva entrega de El gris importa.
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